Inauguración Miércoles 4 de octubre

Curaduría: Dorota Biczel 

Frontera, una selección de obras de artistas latinoamericanos que a través de la apropiación de mapas y cartografías de la región, y otras estrategias, exploraron entre los años 60 y el siglo XXI la compleja relación entre el norte y el sur del continente. Así, la noción abstracta de frontera se volvió en estas obras un soporte desde donde proyectar tensiones geopolíticas y trabajar la ominosa intervención de los Estados Unidos en el diseño de la región a lo largo de estos años. Frontera presenta obras de diecisiete artistas relacionados con el arte conceptual que cubren la región desde México a la Argentina y desde una temprana obra (Sin Título) de 1965 del colombiano Jonier Marin a piezas en grafito de 2017 a cargo del venezolano Juan José Olavarría (La cola I y La cola II). En medio se destacan piezas de Nicolás García Uriburu, Leandro Katz, Anna Bella Geiger, Elda Cerrato, Fernando ‘Coco’ Bedoya, Horacio Zabala y Guillermo Deisler, entre otros.  

Sobre la muestra

En el texto curatorial de la muestra, la investigadora independiente Dorota Biczel se pregunta si efectivamente la línea que delimita una frontera puede pensarse como una abstracción neutra. “La línea puede inscribir bruscamente las divisiones aparentemente establecidas, impuestas por un Estado-nación: un producto del imaginario que pretende exigir el poder soberano sobre los cuerpos y sus movimientos en el espacio. La herida sangrante en la faz de la tierra, vidas perdidas, vidas destruidas, la línea que se vuelve un muro… Por otro lado, la línea está libre: permite reimaginar y reordenar el mundo”.

En esos extremos se mueven los artistas incluidos en esta muestra colectiva que, con piezas históricas y presentes, conforma una mapoteca alternativa de Latinoamérica.

Para Biczel, el trabajo que los artistas hacen sobre los mapas y cartografías esta cruzado por intereses de época. “En los años setenta y ochenta está clara la enorme preocupación por la construcción y configuración geopolítica de la región llamada América Latina y su identidad. Por un lado, se ve la zona como un objeto construido por la intervención e interés estadounidense −el campo de experimentación feroz en donde se puede probar la doctrina del shock aplicada por las dictaduras militares”. Dos obras resultan pertinentes a su caracterización. En América Latina, Paulo Bruscky superpone al mapa de Sudamérica un blanco apuntando a Brasil con tres marcas de balazos rojos. En tanto que en El sueño de Reagan, obra del uruguayo Jorge Caraballo, cada uno de los países del continente es representado por el logotipo de compañías transnacionales de capitales estadounidenses. Si en la primera obra se alude al poder de fuego como herramienta de adoctrinamiento, en la segunda se echa luz sobre la violencia cotidiana que emana de las políticas neo-liberales.

Esta preocupación parece desplazada en las obras más recientes de la muestra. Bizcel señala a Nicolás García Uriburu como un pionero en esta tendencia. “Su World Water Environment (Ambiente acuático mundial) pretende abarcar y unificar todas las aguas del mundo. Imaginemos que su característico pigmento verde jade se desplaza empezando con los mares, poco a poco penetra los ríos y fluye hasta los más pequeños arroyos, para finalmente desaparecer y reunirse con la tierra. Este ambiente comprende todo, todo lo que podemos imaginar y designar. Los ríos ya no separan las naciones-Estados como las fronteras-líneas artificialmente impuestas. Por el contrario, las unen, negando las preocupaciones nacionales y nacionalistas mediante aquello de lo que todos dependemos: el agua que nos mantiene. De manera similar, en SUR de 1994, el continente pierde su forma familiar no tanto por la inversión à la Joaquín Torres García sino por la negación de su contorno fijo que separa rígidamente el mar de la tierra”.  

En su totalidad, Frontera ofrece la posibilidad de observar y analizar una particularidad específica del conceptualismo regional. El trabajo directo sobre el mapa como dibujo impuesto, normativo, y las asociaciones que a partir de estas intervenciones pueden establecerse con la historia sociopolítica de la región. Se trata de un hito en la búsqueda permanente de la galería por reunir y presentar el trabajo que a lo largo de los últimos cincuenta años, en condiciones muchas veces adversas, moldeó el carácter del mejor arte latinoamericana.