La exposición, que se presenta contemporáneamente al XXV Premio Klemm en la Sala Bonino, propone una instalación conformada por siete dibujos en grafito sobre papel, intervenidos por la acción de dagas que ejecutan cortes y revelan su interior.
El montaje, emulando un polígono de tiro, con su combinación hipnótica en blanco y negro, completan la escenificación.
Alfredo Aracil, curador independiente, acompañó el proceso de producción, montaje y redactó el texto para el catálogo de la exposición [en imprenta].
En sus propias palabras:
“Sabemos que un objeto está tomado por una fuerza porque la fuerza le da finalidad. La violencia aparece como tensión, la dirección de un cambio, a veces indeseado, en el diagrama de fuerzas. Lo real de la violencia es el daño y no sus representaciones. La violencia es fundadora. Eso es lo terrible.
Tiro al parto no pretende ni recuperar ni celebrar una naturaleza esencial y primera que, por lo demás, es inaccesible.
Tiro al parto es una máquina abstracta promoviendo una subjetivación artificial y productiva. La violencia y el efecto revancha que remueve no debería ocultar lo irreductible de la singularidad misma, la experiencia de tener un cuerpo antes que llegar a serlo por identificación con otrx.
Acuchillar una obra demostrando su vulnerabilidad, puede llegar a ser un crimen. Y sin
embargo, la tarea destructiva no le es ajena a la historia del arte. En su genética, pervive un resto de agresión indispensable y afirmativa, cuando el acto es elevado al rango de acción y la intención creadora trae cambios insospechados e irreversibles.
Lo que se pierde es lo único que se conserva. Y en la posibilidad de volver a ser bebé, vaciar los sentidos, deshacer los automatismos internalizados durante el ingreso a la vida adulta y, finalmente, franquear el muro del yo y lo que la neurosis asegura de unx mismx, está la posibilidad de cortar con las estructuras y mandatos de un control social naturalizado que nos vuelve esclavxs cuando creemos ser libres”