Miranda Bosch
Montevideo 1723
CABA
El paisaje es el lugar común que elige Brizuela para traer recuerdos suyos y colectivos y así el horizonte se vuelve el soporte para sus memorias. Las imágenes, placenteras en sus falsos temas de presentación o primer acercamiento, se cruzan con asuntos inconclusos. Por esto, el artista elige una categoría pictórica históricamente conocida, para recrearla en clave crítica, como si fuese una condición lograr una comunión con el observador y a partir de ese encuentro proponer nuevas realidades vinculadas con la obra. Al primer contacto con el paisaje, la pregunta es: ¿qué ocurrió que dejó la tierra removida? ¿ y al camino vacío pero con andar? ¿qué pasó? o, mejor aún, ¿pasó algo? Es incómodo.
La serie “Paisajes del sur” fue realizada en base a sensaciones y memorias lejanas de la convivencia de Brizuela con la guerra de Malvinas. Si bien es un capítulo estremecedor de nuestra historia, el artista vivió la guerra siendo un niño, en una época feliz de su vida. Recuerda como con su mirada desprejuiciada sintió la emoción por el pueblo y los soldados, entremezclado con el aún latente orgullo por haber ganado el mundial del 78. Años después, durante su adolescencia y con la llegada de la democracia, se revela la verdad sobre la guerra: la manipulación de la prensa, las estafas, las torturas y la etapa oscura que Argentina estaba atravesando y que él no podía ver porque era un niño. La serie surge de este choque de recuerdos, de sensaciones poco claras y de revelaciones. Los paisajes bucólicos que remiten a unas Malvinas del imaginario de Brizuela, se ven intervenidos por tierra removida, haciendo referencia a la poca claridad de los hechos allí ocurridos, transformando el paisaje en una escena más bien espeluznante. Estas pinturas, un registro viajero cruzado con apariciones siniestras, refieren a sus recuerdos infantiles matizados con la amarga verdad que llegó años después.
La serie “Paisajes del sur - Calafate” tiene también ese tinte preocupante, maravillosas vistas con cielos a punto de estallar son interrumpidos por una sensación de falsa calma. Estas pinturas son una reflexión en relación a la tierra como testimonio mudo, como un espacio que atravesó historias lúgubres que no puede contar. Nuevamente, nos encontramos con horizontes interrumpidos por tierra removida, cielos perturbados, paisajes donde la intervención humana es mínima para la percepción ocular, pero enorme para la historia de nuestro país. El artista se pregunta cómo hacer hablar un paisaje, cómo dar cuenta de la densidad histórica presente en esas tierras. Sepulcros apurados, dejados al olvido, son retomados por Brizuela para pensar sobre el anonimato ilícito de los protagonistas de nuestra historia.
Jacques Derrida decía que no se puede hablar de verdad a la hora de abordar una obra de arte, sino que se plantea un pensamiento desde los márgenes, que se acercan a esa verdad lo más posible, sin llegar al centro. Es decir, solo podemos caminar por la curva y contornear la cuestión artística. Entonces, ¿qué hay de verdad (por lo menos en palabras) en un paisaje que parece calmo cuando en realidad refleja el olvido? ¿y de un dramático cielo que no solamente señala la belleza inherente a nuestro planeta sino también a su condición de testigo frente a tantas injusticias? Si rodeamos la posible verdad de estas pinturas, encontramos a un artista cuyos variados intereses buscan aparcar en alguna temática que tome al espectador con la guardia baja. Una vez que se encuentra observando cada detalle del pasto o del agua en movimiento, en verdad lo que está haciendo es abrir una puerta a asuntos de la realidad no siempre cómodos para conversar. Ese espacio, el inaccesible, la curva del horizonte, es la verdad incómoda de las pinturas de Brizuela.
Clara Ríos.
La muestra se podrá visitar desde el 10 de mayo de 18 a 21hs hasta junio en Galería Miranda Bosch, Montevideo 1723 de Lunes a viernes de 14 a 18hs
Entrada libre y gratuita.