Roque Saenz Peña 267, San Isidro
Horario: de lunes a viernes de 14 a 20 hs.
Texto de Martín Deira para la exposición en Jacques Martínez:
Ernesto y el dibujo
Siempre me pregunté por qué el dibujo tiene menos prestigio que la pintura. La faceta de dibujante de mi padre, Ernesto Deira, me parece tan valiosa como sus pinturas. Y sin embargo se lo evoca más como pintor que como dibujante.
Sin duda sus pinturas tienen una carga dramática y una fuerza expresiva notables. Son, a mi modo de ver, alegatos. Interpelan, denuncian, gritan, cuestionan al observador. Con el color y sobre la tela expresaba sus preocupaciones más profundas, el meollo de sus preguntas filosóficas.
En los dibujos Ernesto daba rienda suelta a la ironía, el humor ácido o tierno, la burla. Si la pintura era cosa seria, el dibujo era diversión. Y también cosa cotidiana, porque no escribía. Dibujaba las palabras. Leer sus cartas era y sigue siendo un placer para la vista.
Lo he visto dibujar con lapiceras Rötring, a mano alzada, sin dudar un instante. Trazaba largas líneas que definían la forma con absoluta precisión, y luego con gestos rápidos sombreaba las figuras con rayitas en varios sentidos. De a poco los papeles se cubrían de personajes o animales extraños, sólidamente instalados en paisajes improbables o imposibles.
Desde las tintas de la época de la Nueva Figuración hasta el cuaderno que bautizó "Epopeya de Gilgamesh", pasando por las aguafuertes inspiradas en Pantaleón y las Visitadoras o su interpretación del cuento "La nariz" de Gógol, se pasó la vida dibujando. Y, evidentemente, para placer del público. Porque uno de mis recuerdos vívidos de las muestras de dibujos era la velocidad con la que aparecían esos puntitos rojos que indicaban que ése se iba a alguna pared ajena y no lo veríamos más.
Y recuerdo momentos especiales. Como aquella vez que me desperté, desvelado por la claridad que entraba a mi habitación desde el pasillo por la banderola. Me levanté, mascullando quejas y dispuesto a apagar la luz del pasillo. Pero la del pasillo estaba apagada, la que estaba prendida era la de la cocina. Ya intrigado abrí la puerta y allí estaba el viejo, garabateando a más no poder. Levantó la vista y con la sonrisa de un niño atrapado haciendo una travesura, con unos ojitos divertidos, intentó alguna disculpa. Mientras escribo esto pienso que se disculpaba sin saber el enorme recuerdo que me estaba dejando. Tenía la misma mirada pícara que le he visto cuando escuchaba a alguien comentar algo sobre sus obras que ni él mismo había visto. Claro que siempre decía que cuantas más cosas viese el público en su obra, mejor.
También recuerdo su pequeña batalla contra Minou, en Paris, el gato del que teníamos que cuidar. El problema era su manía de intentar mordisquear las puntas de los lápices o lapiceras cuando Ernesto se sentaba a la mesa a dibujar. Y si bien era sistemáticamente y suavemente puesto de nuevo en el piso, no pasaban cinco minutos que ya asomaba por la punta opuesta, con esa decisión tan felina.
La mesa estaba iluminada por una lámpara que colgaba del techo, y que se subía y bajaba con una polea, simplemente jalando de un borde de la pantalla. Un día papá descubrió que el ruido que hacía la lámpara al moverla asustaba a Minou. Durante un par de días el ritual consistió entonces en hacer ese ruido cuando el gato asomaba. Fue tan eficiente, y la relación con el animal tan aceitada, que después bastaba con que Ernesto lo mirase y llevase su mano al borde de la pantalla. Y así pudo terminar los dibujos que hicieron la muestra de Chartres.
Hoy la Galería Jacques Martínez presenta una parte de sus dibujos. Tuve el privilegio de ver cómo se gestaron muchos de ellos. Espero que tenga el público tanto placer en verlos como el que manifiestamente tenía él mientras los hacía. Y darle el gusto de ver muchas, muchas cosas en cada trazo.
Ernesto Deira
Nació el 26/07/1928. Inició sus estudios en el taller de Leopoldo Torres Agüero (1954) y los continúo en el de Leopoldo Presas (PK) (1956). Como miembro del grupo Nueva Figuración participó de las muestras de la Galería Peuser (1961) y del Museo Nacional de Bellas Artes (1963). Invitado al IV Guggenheim International Award (1964). Fue Profesor de la Universidad Cornell de Ithaca (EE.UU., 1966). Obtuvo la Beca Fulbright (1965). Entre otros, recibió el premio del Primer Salón de Artistas Jóvenes de América Latina (EE.UU., 1965) y el Premio Palanza (1967). Realizó numerosas muestras individuales y colectivas en Río de Janeiro, Bruselas, Madrid, París, Chartres y Venecia. En 1981 la Galería Degli Uffici incluyó un Autorretrato dentro de su colección. Su obra Adán y Eva nº 2 (1963) formó parte de la II Muestra Konex 100 Obras Maestras - 100 Pintores Argentinos (exposición antológica de la pintura argentina) en el MNBA (1994). Falleció el 01/07/1986.