Junín 1930
La muestra cuenta con tres instalaciones de gran tamaño que a su vez están compuestas por pequeñas piezas que conforman las obras. Las mismas son realizadas a partir de bocetos digitales, cocidas en cerámica y pintadas con esmaltes sintéticos, por lo general, de colores brillantes y saturados. El uso de esmaltes metalizados que contienen plomo en su composición refuerza el aspecto artificial de sus obras y le confiere a las piezas un cariz industrial, cuasi robótico, al punto que parecen aludir tanto a la flora en estado de extinción como a follajes nacidos a partir de una hecatombe nuclear quisiera expresarse más como máquina que como humano.
Sin enunciar explícitamente un discurso ecológico, las esculturas de Dora Isdatne comparten la preocupación que muchos artistas a lo largo y ancho del planeta manifiestan respecto a protección del medioambiente y a la imperiosa necesidad de diseñar estrategias innovadoras y, fundamentalmente, creativas para lograr un uso equilibrado de nuestros recursos naturales. Quizás ella confíe en que, a partir del arte, la naturaleza pueda ser percibida de manera sensible, e incluso afectiva, regenerando un compromiso íntimo y ético entre el hombre y el mundo.
Cierra el 8 de febrero