La doctrina de mayor influencia en la Historia del Pensamiento de Occidente es la Teoría de las Ideas del filósofo griego Platón (Atenas, s. 427-347 a. C) que tiene su origen en las formas geométricas. Para Platón todo lo que existe tiene una estructura geométrica: el fuego, el agua, el aire, la tierra y el universo. Platón matematiza no sólo la realidad física, sino también la esfera espiritual. Para este filósofo griego, las matemáticas están dotadas de un carácter divino y entiende a la geometría como lenguaje que manifiesta las verdades más elevadas del espíritu humano.
La geometría es una de las ciencias más antiguas creadas por el hombre, es la parte de las matemáticas que se encarga de la medición, del estudio de la forma de los objetos individuales, la relación espacial entre ellos y las propiedades del espacio que los rodea, pero además de la agrimensura y ser una herramienta práctica para la construcción de templos y pirámides, para los antiguos la geometría era el conocimiento de los principios superiores, del orden de lo metafísico, de aquello que no puede ser comprendido en su integridad por nuestra mente pero que nuestro espíritu reconoce y entiende como cierto. La geometría se propone ir más allá de lo alcanzado por la intuición y es un saber que ha ido trasmitiéndose desde hace miles de años.
Este conocimiento fundamental de la Historia de la Humanidad que en la Antigua Grecia se sistematizó pero proviene de civilizaciones anteriores, volvió a despertar en el Renacimiento, encontrando en Leonardo da Vinci uno de sus principales adeptos, quien, en la corte de Ludovico Sforza realiza la primera representación gráfica de los sólidos platónicos de la historia en el libro De divina proportione de uno de los grandes difusores de saberes matemáticos de la época, Luca Pacioli.
Por otro lado, la abstracción en el arte nace a principios del s. XX en las primeras vanguardias artísticas, un proceso histórico que manifiesta la autonomía de la pintura como un campo de conocimiento con sus propias leyes y aspectos específicos, que encuentra en la representación de la subjetividad del artista su único propósito, liberando a la pintura de su función de mimética. La abstracción nace por la necesidad de la representación de lo espiritual en la pintura. La geometría se incorpora al lenguaje plástico en la década del 1920, por tanto, ya cuenta con más de un siglo de historia.
En Daniel Prieto se conjugan estos dos elementos y distinguen su léxico artístico. Para adentrarse en el universo de este artista es necesario comprender estas dos premisas: el valor de lo geométrico como lenguaje del espíritu y la comprensión de la abstracción como el medio plástico más adecuado para él para trasmitirlo.
En Límites aparentes encontramos una particularidad que la convierte en una serie bisagra dentro de su desarrollo artístico y constituye un punto álgido dentro de la maduración de su pintura, en donde el referente del signo, por primera vez, es inmaterial. En Límites aparentes no está presente su habitual proceso de integración orgánica de la realidad al campo pictórico, sino que parte de una intuición que lo conduce a construir una obra profundamente geométrica y abstracta con la economía de medios que lo distingue, en donde la materia pictórica toma el protagonismo absoluto para volverse canal de lo inefable.
Después de su anterior Serie La danza –donde geometriza la famosa obra del artista Henri Matisse con una gran exigencia en cuanto a la representación de la forma– Daniel plantea con esta serie la necesidad del silencio.
El origen de Límites aparentes data de 2017, cuando realiza unas tintas a las que arranca parte del papel. El resultado es que la tinta integra a través su recorrido por las fibras del papel un plano y el otro y los límites se evanescen. Plantea la separación o la individuación de los planos pero, mediante este recurso lingüístico, la materia actúa con autonomía y cuestiona el límite que los separa. Se abre un campo de significación nuevo, un diálogo entre el límite geométrico y la integración de la materia, que expande nuestra percepción y nos interpela.
En cuanto a la forma, la obra propone una austeridad que concentra la mirada, contrapuesta a la densidad epistemológica de las superficies, enriquecidas por brillos, saturaciones y modulaciones que amplifican la expresión de color. Prieto acentúa la vibración del color que consigue con maestría técnica gracias a su capacidad y a las posibilidades expresivas del óleo, otorgando profundidad y volumen. Por lo general, el cromatismo de los planos es opuesto pero no plano, ya que es el color el elemento que los integra de manera sutil y nos abre a una nueva dimensión. Utiliza el amarillo, el rojo y el negro, sobre todo, e integra la luz del color como algo matérico, cita inherente al gran Maestro Emilio Pettoruti. El color en Prieto surge desde la profundidad de su obra y su mensaje se vuelve forma en nosotros. Cuando somos capaces de contemplar sin pensamiento, en puro presente, la obra se integra a nosotros y nosotros a ella.
Sin dudas, estamos frente a un hito dentro de la producción artística de Daniel Prieto, que desde sus inicios demuestra una diestra habilidad en el manejo del lenguaje, proponiéndonos la oportunidad de experimentar la pintura como una forma de expansión del alma.
Lic. Luján Baudino
Historiadora del arte | Curadora de la muestra