Esmeralda 1353
Curator: Florencio Noceti
EL INCONTENIBLE FULGOR DEL CAOS | Florencio Noceti
Nadie ha logrado determinar hasta la fecha qué es exactamente lo que hace al arte. Rainer Maria Rilke estuvo, tal vez, como nadie, muy cerca de conseguirlo. Según es fama, la influencia de Auguste Rodin condujo al poeta ante una pieza ruinosa de estatuaria antigua. Ese fragmento de una escultura griega, muy temprana, acaso a duras penas conservado en los fondos de un museo parisino, inspiró los versos del soneto TORSO ARCAICO DE APOLO. Las últimas palabras del célebre poema-cosa conservan siempre para el aficionado a la experiencia estética un resto de influencia temible: “...no hay ahí sitio alguno que no te mire a ti. Has de cambiar tu vida.”
Esa autoridad impersonal, no-esclavizante, que desde la piedra profirió aquel mandato escuchado y transcripto por Rilke, se expresa de algún modo siempre en toda creación artística. Y nos habla todavía ahora, si nos aprestamos a oírla, desde todos los bordes de la obra de Ananké. Es el único imperativo al que no tiene sentido resistirse. Sin imponernos nada, nos expone a la necesidad imperiosa de transformar el modo en que vivimos. Como una esfinge de la que no hiciera falta huir, como un Argos de mil ojos que no intentase cohibirnos, cada rincón de la muestra nos mira y nos señala UN OTRO-LUGAR vacío, abierto, consignado a su propia indeterminación, para que nos perdamos en él hasta encontrarnos.
En este lugar otro, hay formas en las que persiste la representación más clásica (esculturas de bronce, fotografías en blanco y negro), y hay formas que remiten a la vanguardia de lo contemporáneo (video performances, instalaciones participativas). Son todas y cada una de ellas estados metaestables y coexistentes de una misma modulación; una especie de deformador universal que transmite desde las profundidades de lo desconocido. Sin coerciones, sin denuncias, lo que se anuncia es un caos, brillante e indetenible. La propuesta es simple, en cierto sentido, pero no es sencillo hacerse con la fuerza y la confianza necesarias para sobrellevarla. Hay que tenerse en pie y afianzarse en medio de vibraciones muy inquietantes, pero a la vez capaces de estimular, inadvertidamente, una refundación purificante de las propias estructuras.