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En la Navidad de 1896, abría sus puertas el Museo Nacional de Bellas Artes. Su creador, Eduardo Schiaffino –pintor, crítico, historiador del arte, fundador de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y del Ateneo–, postulaba la autonomía del arte nacional. Dueño de una personalidad formidable, impetuosa y polémica, característica de la generación del 80, hablaba incluso de un estilo argentino, motivo por el cual llegó a batirse a duelo con el crítico español Eugenio Auzón, que consideraba esta posibilidad una entelequia. Bajo su impulso, nacía una institución que abrió en el país un camino para construir una memoria visual propia, núcleo basal que documenta las derivas del arte argentino, al tiempo que propone un diálogo con la escena artística mundial.
La colección inicial constaba de 163 obras que se desplegaban en cinco salas del Bon Marché (hoy Galerías Pacífico), un elegante sitio de una Buenos Aires que estaba apenas dejando de ser la gran aldea para convertirse en una ciudad cosmopolita y moderna, capital cultural del Cono Sur. A partir del legado de Adriano E. Rossi, que siguió al realizado por Juan Benito Sosa en 1870, además de obsequios y donaciones de sus amigos, Schiaffino logró reunir un conjunto notable que permitía mostrar lo que, por entonces, se entendía como el desarrollo de las principales etapas del arte internacional.
En ese acervo, se destacaban piezas procedentes de los Países Bajos, Italia y Francia, de los siglos XVII y XVIII, así como obras producidas en el ámbito nacional, tales como esculturas provenientes de los talleres jesuíticos de las misiones del área guaranítica y algunas pinturas de los primeros artistas argentinos, entre ellas, las de los becarios que, en Italia, buscaron aprender las modernas técnicas y estilos de trabajo.
Han transcurrido 120 años durante los que la idea original de Schiaffino se ha ido completando y enriqueciendo desde el Estado, y con la colaboración de artistas y generosos conciudadanos que brindaron donaciones de obras y dinero. Así, se ha logrado formar una colección de más de 12.000 piezas bajo los más altos estándares internacionales de preservación y en la que es posible admirar expresiones de diferentes escuelas de relevancia de todas las épocas.
La exposición conmemorativa de estos 120 años, curada por Ángel Navarro –integrante del área de Investigación del Bellas Artes–, celebra el grupo fundacional de obras, la acción del creador del Museo y los donantes de entonces, así como también el rol central del Estado en la consolidación institucional y el trabajo realizado desde hace 85 años junto con la Asociación de Amigos.
El arte nacional ha encontrado aquí no solo el lugar adecuado para estudiar, guardar e interpretar sus expresiones más conspicuas, sino también para establecer un diálogo fructífero con las tradiciones universales. Este objetivo se ha logrado gracias a la labor de las diversas gestiones que guiaron los destinos del Museo y a los equipos de trabajo, que a lo largo de más de un siglo, con profesionalismo y compromiso, han hecho y hacen posible este buen presente y auguran un promisorio futuro.
Andrés Duprat
Director
Museo Nacional de Bellas Artes