Nota publicada online
Al cierre de la última edición de arteBA se pueden sacar algunas conclusiones sobre el proyecto curado por el italiano residente en Brasil del segmento U-TURN que exploró no sólo el texto de Foucault de referencia sino una serie de confluencias y diálogos muy interesantes.
El peso del texto no sólo se vio evidenciado en este segmento de U-TURN sino en muchos otros stands de la feria en la última edición. La palabra reivindicada en las artes visuales desde los juegos de Mallarmé y la poesía concreta, ha sido soporte de múltiples relatos y, particularmente en América del Sur, tuvo un vínculo directo con las diversas resistencias ejercidas por grupos de artistas que intentaron rebasar los límites impuestos por la censura o por la tiranía del mercado. Ya desde el año pasado, este segmento estuvo atento a las relaciones entre producción textual/ visual, Borges antes y Foucault ahora, son fecundos productores de sentido.
Por una parte creo que el interés internacional que despiertan algunas producciones de los años 70 y 80 en la región sur, tiene que ver con la constancia de nuevos estudios y exploraciones sobre esas décadas que hacen visibles artistas de talla, como encontrar un tesoro y ponerlo a consideración. Por la otra, hay muy buenos artistas que trabajan en la región que merecen un destaque.
En esta edición tanto el paraguayo Fredi Casco como la chilena Voluspa Jarpa -ambos en la galería parisina Mor Charpentier- utilizaron el archivo para dejar un relato donde las palabras son mínimas referencias de un estado de violencia militar ejercida desde el poder que atravesó nuestra historia. Evidenciar memorias también fue un producto que exploró el peruano Giancarlo Scaglia, que recupera de las ruinas de la prisión de la isla El Frontón - cárcel peruana de máxima seguridad hoy desactivada-, haciendo trasmutar esas balas de fusilamientos masivos, fundidas para dar vida a una escultura que recupera el diagrama de la constelación de Orión inscripta dentro del pedestal encontrado en la isla. La pieza al óleo que preside los restos revela esa luz mortecina de la isla y sin mediar ninguna palabra parece denotar claramente una carga de pesadumbre ominosa.
Los dos galerías que conectan la más contundente evidencia de la resistencia por la palabra de los grupos de finales de los setenta-principios de los ochenta son Henrique Faría y Document Art, con algunas piezas muy poco vistas como las de Graciela Gutiérrez Marx en un despliegue donde no sólo hay fotos de acciones callejeras en plena dictadura sino reconstrucciones familiares y relaciones entre contextos muy distantes. Los montajes fueron aquí un dato más que interesante a la hora de exhibir estas piezas pequeñas, frágiles memorias viajeras, papeles conservados durante muchos años en los estudios de los artistas.
La Galería Jaqueline Martins de Sao Pablo puso en diálogo dos artistas de distintas generaciones. Martha Araujo con su trabajo de los años ochenta sobre el cuerpo dentro de un vestido que le otorga posibilidades de juego y vínculos nuevos tanto para sí como con otros y piezas articuladas que cambian en la manipulación. Mientras las dos piezas de Débora Bolsoni parecen enhebrar una memoria poetizada en la estructura que sostiene libros hechos con piezas de cerámica compradas en su residencia en Buenos Aires tanto como en la tapa de aluminio que se “protege” con el mantel herencia de una manualidad familiar.
La narrativa sobre la propia historia con la instalación propuesta por Carla Zacagnini, nacida aquí pero residente desde pequeña en Sao Pablo, que ensaya un “orden de las cosas” a partir de dibujos y pinturas de su infancia conservada aquí, recuperada a partir de un relato que las despliega instalándolas con un texto que las revincula.
Memorias personales que intentan desactivar las relaciones familiares en las cartas y sobres intervenidos por José Rufino que refieren a su abuelo militar y dueño de un ingenio y sus padres, militantes de izquierda que presentó la Galería Central de Sao Pablo, un artista de 30 años de trayectoria junto a otro de 30 años de edad, Ícaro Lira que explora las ciudades convertidas en ruinas en Brasil, una de ellas escenario de un brutal genocidio por parte de la dictadura militar de la que recupera pequeñas piezas abandonadas en esa desolación junto a otra ciudad que fuera literalmente sepultada por la arena de la que sólo el vestigio de un pedestal caído en la foto expuesta y algunas piezas sueltas.
Como conversamos con Jacopo, este proyecto tiene más de curaduría de un espacio institucional que de una feria de arte. Y si bien es cierto que mucho de este plan no se hace tan visible en profundidad dentro del profuso campo de propuestas que una feria como arteBA ofrece, lo que vale es que forma nuevos públicos, acerca referentes velados y promueve la búsqueda de datos que amplíen los conocimientos de los visitantes. El domingo pasado, sobre todo, se sentía la feria bullir de energías, y eso es parte de la propuesta que ofrece la organización año a año.