Nota publicada online
Con una gran individual del artista colombiano José Alejandro Restrepo curada por Jorge La Ferla, más la instalación de la artista cordobesa Maja Lascano en la salita con Oropel sumado a la gran vidriera de la antigua mueblería donde el marplatense Daniel Basso instaló Un fuego de llama plana, conforman un plan imperdible
El modo de trabajo del equipo liderado por María Teresa Constantin es siempre elogiado por los que ocupan ese espacio, además de ser una alternativa al circuito muy instalada despliega con mucha solvencia exhibiciones que han venido desarrollando un panorama con algunos hitos históricos que fueron muy bien acompañados por catálogos que pueden descargarse gratis desde la página, tanto como proyectos especiales en la llamada Salitas, un reducto complejo y a la vez maravilloso que ocupa la misma planta que la gran sala que, junto con la Vidriera dan lugar a propuestas de artistas jóvenes y consagrados muy valoradas por el medio.
El 10 de agosto pasado se inauguró otro ciclo que llegará hasta el 14 de octubre. El plato fuerte es seguramente el recorrido por los hitos más emblemáticos de su carrera de 30 años, del artista colombiano José Alejandro Restrepo (1959) quien ya había participado en 2008 junto a otros tres artistas de la misma nacionalidad en una muestra curada por la colombiana María Iovino, fue enContratextosuna trama que leía contextos históricos, urbanos y regionales marcados por la distopía social. El propio artista fue invitado también por la galería Ignacio Liprandi en 2012 para presentarVariaciones sobre el sacrificioy en 2017 también fue invitado por BP17 la bienal de performance segunda edición, donde fue parte del programa académico ofrecido por la organización. Restrepo está considerado un pionero del videoarte colombiano, pero su formación teórica y su trabajo como profesor de maestría en la Universidad Nacional de Colombia, le han dado un perfil teórico muy consolidado. El paso por los cuatro años (del 82 al 86) en la renombrada Ecole de Beaux Arts de París, le permitió estar en la escena de la renovación teórica francesa de esos años que consustanciaron nombres como Derrida, Foucault, Guattari entre otros.
En esta ocasión presenta Religión catódica, un conjunto de 14 piezas, entre fotos, grabados, videos e instalaciones que desarrollan esa lectura especial que el artista hace sobre el arraigo de la religión desde la conquista de América y sus derivas dogmáticas que abarcan la religión de la democracia, de la soberanía, de la raza, de la propiedad, del capitalismo global. Sostiene su curador en el texto que la indagación de estos aspectos se basa en sus investigaciones “sobre las elocuciones de los aparatos ideológicos formulados desde la arenga, la encíclica, el manifiesto y el bando militar.” Restrepo recoge capturas de televisión como parte de esos documentos que sostienen su proyecto para elaborar una serie de obras donde el componente de las figuras arquetípicas del cristianismo como Job, San Sebastián, San Fancisco, Simeon el Estilita, el Purgatorio y toda esa iconografía que en su momento dio lugar en la Bizancio del siglo VIII a una guerra particular entre iconófilos e iconoclastas. Ese amor por las imágenes devocionales de los primeros tiene su versión actual en la televisión que capta casi todas las variables de apego a la difusión de imágenes llevadas a un plano de saturación y disponibles por varias plataformas de pantalla. De hecho una de sus videoinstalacionesIconomía(2000/2013) está pensada, para observar cómodamente sentado, dos televisores donde se pueden ver capturas en sucesión aleatoria que testifican el grado en que unos aman estar captados por la cámara a otros que detestan por diversos motivos ser grabados.
Un componente performático clave es la videoinstalación Santo Job (2008) donde un cuerpo esmirriado y en posición fetal con una máscara del famoso luchador mexicano El Santo apenas se mueve en una proyección de video cenital sobre una sábana en el piso. El cuerpo está cubierto de gusanos de seda que en 45 días harán su transformación convirtiéndose en capullos suaves y luego en mariposas que no vuelan y estarán vivas sólo por un día. La conjunción de esta obra tan compuesta de capas de sentido junto a la instalación Variaciones del Purgatorio I (2011) un proyecto inmersivo donde los sentidos se agudizan por el sonido estridente, los movimientos de las luces de la proyección sobre un plano donde hay una impresión de escenas del purgatorio en una sala completamente oscura, conforman un abanico interesante para encontrar una reflexión de un artista muy comprometido con la situación de su país y la región.
Daniel Basso (1974) pone en diálogo parte de sus construcciones cercanas al pop, con esos objetos que parecen reconocerse como la estructura de una lámpara en otra escala y un mueble que no tiene más que esa funcionalidad estética de sus obras muy bien construidas, que una vez instaladas cambian la configuración del espacio llevando la escena a un plano estetizado por el uso del color y la luz. El trabajo de Daniel ya ha explorado las posibilidades de las vidrieras y en este caso lo reconforta aún más el hecho de que este enorme edificio fue en realidad una mueblería lujosa.
En el sector de Salitas, Maja Lascano (1971) instala una producción modular que está hecha de una tela dorada que como una serpiente exótica, a la vez escultura blanda y orgánica, explora las condiciones de sus posibles combinaciones, tanto como su mutación y adaptación a un espacio completamente decorado con un gusto francés. Hay una fascinación en ese dorado extraordinario que lleva a demorarse en la recorrida por el espacio.