Nota publicada online
En el arte argentino hay una tradición más que importante en la representación del cuerpo. El tratamiento del mismo en forma simbólica, en la producción de imágenes como en los discursos, fue motivo de evolución dentro de contextos cambiantes, más o menos democráticos.
En los períodos de libertades cercadas, el vehículo utilizado para saltear la censura y cargar de sentido la representación del cuerpo, fue la apelación al humor y la caricatura. Puede verificarse desde el siglo XIX, cuando también aparecen los dos matutinos más importantes de la época, una evolución constante -y en muchos casos muy original-, de las historietas y revistas de humor gráfico. Presentaremos algunos ejemplos.
La irrupción en 1863 del influyente semanario de humorEl Mosquito, marca un comienzo auspicioso a esta tendencia. La publicación mantenida durante 30 años, se basaba en un planteo irónico, crítico y punzante, que reflejaba la vida política de la época, pero tomando partido al expresar su posición y sus deseos, entre otros hacia el cuestionado Presidente Julio Argentino Roca. La lista puede ampliarse en otros semanarios a lo largo del siglo XX, pero sin abundar demasiado diremos que hay algo común que enlaza el criterio de ironía que los caracteriza: en todos participan buenos dibujantes, la representación del cuerpo ayuda a la construcción de sentido por parte del público lector y, al ser consumidas por grandes estratos de la sociedad, representan espacios de libertad en clave de humor, con valor de verdad no dicha, en contextos de libertades restringidas.
No podemos dejar de mencionar a Héctor Oesterherld (1919, desaparecido en 1978, probablemente muerto en 1979), prolífico autor nacional del género, quien en 1959 publica la primera versión de la zagaEl eternauta, un texto que fue sufriendo censuras y reediciones, tanto nacionales como extranjeras, a lo largo de 47 años sin perder su vigencia. Su relato narra una catástrofe muy común en las historietas pero la diferencia es que deja de lado las clásicas divisiones de héroes y villanos, incursionando en la creación de personajes no tan puros: héroes que tienen miedo, villanos queribles, perdedores y marginados, hombres que luchan por encontrarse. Pero hay otro aporte fundamental: la aventura, que hasta entonces transcurría en lugares lejanos y exóticos, se ubica ahora en sitios cotidianos y reconocibles de la ciudad de Buenos Aires y otras ciudades de nuestro país. Esta característica se suma al hecho de haber agregado a la historieta lo testimonial, ya que no es extraño encontrar en sus guiones -sean realistas, de aventuras o de ciencia ficción- alusiones y críticas constantes a la realidad política del país. Críticas que se van haciendo cada vez más evidentes con el correr de los años.
La construcción de nuestra idea de corporalidad y el aporte que han realizado los dibujantes en este proceso no puede dejar de lado al humorista Quino y a su tira Mafalda, retrato de una típica familia de clase media argentina de la década del 60. En 1964 cuando comienza a aparecer bajo ese título, el personaje central es el de una niña de siete años, fiel defensora de la paz, los derechos humanos y la democracia, que alecciona sobre derechos de los niños y enuncia las pautas ecológicas básicas que deben ser respetadas, escuchando la radio o paseando junto con sus amigos. Vale la pena recordar aquí dos ejemplos de su humor inteligente que no han variado en actualidad aún cuando fueron publicados en la Argentina en 1968. En una de las imágenes, Mafalda, inseparable de su radio, escucha:Hizo el Papa unnuevo llamado a la paz. Enseguida, con su habitual irreverencia agrega:Y le dio ocupado como siempre, ¿no?
Mafalda se transforma rápidamente en un arquetipo universal, traducida en varios idiomas, prologada por semiólogos y objeto de estudio para nuestros teóricos como Oscar Masotta (1930-1979) quien, casi como una consecuencia necesaria surgida de la Primera Bienal del género- realizada en 1968 en el Instituto Di Tella-, publica su revista LD:Literatura Dibujada. Aún cuando el proyecto subsiste durante un breve período, produce una ampliación que luego será clave en otros venideros: además de publicar historietas, realiza ensayos, comentarios, homenajes y crítica del género.
En la década que nos ocupa, y con los mismos propósitos de Masotta, es innegable la influencia ejercida por la revista Humor Registrado que apareciera en 1978 y cuya influencia fuera notable hasta mediados de los ochenta. Considerada un fenómeno peculiar de relectura de la época, ya que si bien está inmersa en tiempos de dictadura, no abandona la proyección de un espíritu crítico que se traduce en un equipo de redacción ampliado, en donde confluyeron humoristas, periodistas e intelectuales, fundamentalmente escritores y economistas.
El cuerpo transformado, irónico y caricaturizado es una importante línea de producción de sentido en la tradición dibujística nacional, que promueve espacios de irreverencia y cuestionamiento, y no sólo tiene un abordaje desde la realización en el campo de la plástica.