Nota publicada online
“El observador hurga y revuelve, convierte todo en piedra” cita una de las pantallas que integran la muestra Fósil de la artista sonora y visual Eva Shin en Espacio Pla.
El hechizo, irónicamente, nos entrega no ya un resto sedimentado a modo de imagen fija sino más bien una paleontología animada de texturas, colores y sonidos. Un ambiente tecnológico mixturado por oposiciones flotantes (texto y contexto, perspectivas verticales y horizontales, digital y analógico) que se relacionan de manera dinámica en el espacio escapando a su categorización. En palabras del curador Lux Linder son “señalamientos de una lanzadera decidida que no se quiere disolver del todo. El pixel, el pincel. Lo chato, lo perspectivado. Decantamiento de una polaridad que no se busca aplacar; Naturaleza y Asfalto.”
[La descripción corre el riesgo de volverse fósil]. Dos pantallas contiguas puestas en vertical. Una revela una vista de lejos donde se superponen imágenes del paisaje de una montaña cruzado por cables mientras en la otra tonalidades cromáticas acompañan el movimiento en loop y la temperatura de la naturaleza. Pintura sinestesica que nos atrae y nos coloca en una relación de un nuevo tipo, inusitada. El uso variado de la tecnología, acompasado por la música, se sucede en las otras paredes: cubos que giran, pliegos de una revista sacudidos por el viento, fractales que se achican y se agrandan, círculos y figuras abstractas que se proyectan intercaladas. Lo tridimensional juega su parte con la impresión digital de dos orejas blancas que impresionan por su materialidad (entre real e imaginada) y parecen anunciar un cierto misterio que es preciso oír, no escuchar. En el medio de la sala una escultura emplazada de Eduardo Pla descoloca nuestro eje permitiendo ver a las obras multiplicar nuevamente su imagen.
En ese multiplicarse, Eva Shin reflexiona sobre el ecosistema que produce la inundación de información e imágenes en nuestro presente caracterizado por el multitasking y el spam. La artista emplea la tecnología “como puerta giratoria” combinando imágenes abstractas con textos de tipografías titilantes que nos invitan a pensar qué entidad tendrá la obra de arte (y el artista) en un futuro próximo. ¿Qué tan necesaria es su materialidad? ¿Cómo pervivirán nuestras representaciones e imágenes? ¿Qué recursos tenemos para lidiar con “real” cotidiano? Linder señala con humor que la artista le escapa a la mediocridad del “mirá como uso la tecnología para mostrarte lo fascinante que es la tecnología(…) tanto como los buenos estudiantes de conservatorio al riff de ‘Humo sobre el agua’. Pero opera relajadamente, sin intenciones de agotamiento instrumental, sin esperar a ver el fondo de la lata”. Por ello, en sus obras se teje un puente imaginario entre lo analógico y lo digital buscando desnaturalizar esa separación al crear, sin pretensiones de emitir juicio alguno, líneas y objetos móviles que nos suspendan en un “símil fósil” o en un espacio sonorizado por indeciso y caótico presente.