Nota publicada online
En su segunda muestra individual en Ruth Benzacar Galería de Arte, Eduardo Basualdo presenta este proyecto donde, la arquitectura y el cuerpo humano se confunden. El espacio es elástico, el cuerpo del espectador genera lugar donde antes no lo había.
Se tiene la impresión de una gran instalación apenas se ingresa a la galería, la visión de conjunto es encontrar ese primer límite que implica la obra Puente levadizo que funciona como una verdadera pared. Pero tiene la particularidad de que se atraviesa invertida como si fuera un muro que no se resigna a su planimetría y muestra su interior. Una cara que ahora se hace visible, en donde aparece esa noción de puntada con hilo negro que funciona como una caligrafía distintiva, pero hecha para esa obra como dispositivo funcional: la de mantener unidos en un ángulo esos planos inclinados. Atravesamos el primer límite no sin mirar hacia todos lados.
Hay varias razones por la que esta muestra se llama de este modo. Una es que éter para la mitología griega era un elemento, más puro y más brillante que el aire. Era también todo aquello que no podía ser explicado mejor sino por lo que no era. También éter es una cita de Pablo Maurette en su obra homónima, que Basualdo transcribe en un papel que está semi cerrado, con lo cual el adentro donde está el texto es parte de un juego de ingenio, algo que para leerlo invita a resolver la cuestión como si fuera revelar un secreto guardado.
También aparece la línea y el dibujo como base de una parte interesante de su trabajo sobre papel que es mucho más íntima. Hay que encontrarlas a la izquierda en el acceso a la planta alta, pero su tamaño está muy acorde con el espacio. Algunas se parecen a ecuaciones matemáticas, ciertos trazos de fórmulas con posiciones bien determinadas. Otras funcionan como citas a la arquitectura proyectista o el diagrama de conexiones de un tablero. Otra es un ejercicio de pulso circular. Pero esa materialidad queda representada por una simple línea de un lápiz o una costura hecha sobre una superficie transparente, que “entra” por un lado y “sale” por el otro.
Esa caligrafía obliga a ver otro señalamiento que remite al caligrama poema que funciona como figura fondo enriquecida a partir de un gesto de cierta pericia manual con la pluma o el lápiz, que transcribe un mensaje descifrable para quien entienda el código.
En la obra Primera nieve, el indicio del título permite acordar un primer acercamiento sobre la base de ver dos materialidades opuestas, la del papel pegado sobre la viga de hierro, que tiembla con apenas un pequeño movimiento cercano, en una viga amurada vertical y firmemente a la pared, con lo que podemos entender cuál de estos dos elementos será más efímero y cuál más permanente.
Es tan ascética la presentación de las obras que algunos visitantes no entienden el modo de usar una pieza que por alguna razón lleva el nombre de Invisible. Aquella pieza de plástico enorme que divide la sala mayor y que puede ser recorrida por dentro, poniendo el cuerpo de varias formas. Sucede que ese trayecto tiene ida y vuelta por la misma entrada, hace que las formas de experimentar estar entre paredes blandas pero opacas, que se abren como un pasadizo cuando ingresamos sean tantas como usuarios se presenten ya que es una experiencia que debe hacerse en solitario, sin guía.
Etéreo como el límite de apenas un cable de dos colores que pende el techo y forma un elipse blanda, que sugiere una cantidad de espacios circundantes que antes no veíamos. Sutiles formas de metaforizar, de permitir ciertos descubrimientos de indicios, de invitar a pasar más tiempo dentro de las salas.
Basualdo hace notables tanto los gestos mínimos de un trazo como una construcción compleja de pared-escultura. Invita a resolver en este recorrido una serie de pasos-instalaciones de obras únicas que se integran ocupando cada una un espacio, pero que forman parte de un gran relato. El de explorar el límite y poetizarlo hasta hacerlo cuasi lenguaje, usando diversos elementos comunes o líneas de dibujo.
Imperdible hasta mediados de junio en Ruth Benzacar.