Nota publicada online
Convocada a la segunda mesa sobre el tema Intersecciones: Arte y Comunidad. Elisa Bracher conversó con nosotros y dejó una cálida impresión además de un trabajo profundo de compromiso con su comunidad.
Si bien Bracher comenzó como grabadora a poco andar y mirando su trabajo de una gran línea sobre un plano, advirtió que podía prescindir del plano y quedarse sólo con la línea. Ese giro la hizo vincularse primero con los productores de madera del Amazonas, quienes viven en un tiempo fuera del nuestro. Me contó que visitando su escritorio, le sugirieron pedir una entrevista a cualquier hora, incluso a la madrugada, ya que por esos años, cuando los controles sobre madera certificada eran menos restrictivos, no había casi precio concreto y solamente había dos grandes productores, uno argentino y otro suizo. De aquella primera época surgen esas piezas enormes, apenas modificadas por una impronta manual, que dejan ver el material elegido en toda su potencia. Esculturas monumentales, la mayoría emplazada en espacio público, que revela esa dirección de su proyecto de arte sobre el entorno y sus interacciones.
Desde que montó su taller, abrió en paralelo un espacio donde recibía personas de todas las edades provenientes de comunidades de la periferia de San Pablo, acostumbradas a tener poco espacio para pensar además de pocas facilidades para introducirse en un oficio que los haga evolucionar. Así creció su Fundación ACAIA, un espacio que ella misma se encargó de delinear en su presentación en la mesa, donde después de su primer taller abrió dos más en zonas límites entre favelas, que ahora cuenta con más de ciento cincuenta trabajadores y realiza una enorme tarea de integración.
En la charla que mantuvimos previamente, me cuenta algunos detalles de esa relación con estas personas que la hizo profundizar su responsabilidad social. Una de las patologías comunes dentro de esa población es la tuberculosis o la lepra, pero a pesar de tener un sistema de salud montado para atenderlos con medicación gratuita provisto por el estado comunal, la mayoría de los niños o adolescentes concurre solo por lo que no pueden otorgarle la medicación o el adulto que los acompaña no puede garantizar el uso correcto de la medicación para superar la dolencia. En esa línea de diversidad tan extrema a minutos apenas de una ciudad como Sao Pablo, otro relato me conmueve. Una mujer que superó su adicción a la pasta base y que en razón de su adicción fue presa durante un tiempo. Elisa la conoce luego de cumplida su pena y se sorprende porque ella pudo dejar la pasta en la cárcel, ante la pregunta: era porque en la cárcel no conseguías? La mujer responde No! Era porque por primera vez tenía una organización diaria que suponía momentos para desayunar, para hacer ejercicios, para tareas, etc. La medida del tiempo que un occidental conoce, era un elemento lejano para estas personas.
Con esa sensibilidad por lo social, no sorprende que su obra se nutra de su trabajo en diversas formas, tanto armando videos que no son exactamente un documental pero que cumplen casi la misma función sólo que entran al circuito del arte y llevan a la misma simple idea del material más noble, más cercano, aquel que puede ser entendido por todos.
Su instalación Laberinto hecha de adobe, hace ese cruce entre un sistema de construcción moderno con un material de tanta antigüedad como eficacia en comunidades rurales de toda Latinoamérica, la del barro amasado para construir casas. Pero aquí la idea de laberinto que viene de la cultura clásica y la sucesión de ángulos que impiden el avance logra una excelente metáfora de aquella intersección que ella misma vive a diario entre su trabajo, su formación y su relación con los más desprotegidos del sistema, incluso porque no pueden entrar en un sistema de coordinadas occidentales. Un gran trabajo, pleno de fuerza y compromiso.