Av. Infanta Isabel 555 (frente al puente del Rosedal de Palermo) Parque Tres de Febrero
INAUGURA: SABADO 12 de JULIO, 12hs.
Claudia Aranovich muestra en la sala principal del Museo Eduardo Sívori su retrospectiva que incluye esculturas, instalaciones, relieves, objetos lumínicos y una videoinstalación. La exhibición recorre los puntos de inflexión de su carrera artística, y reúne sus piezas más significativas de distintas épocas. Aranovich, ganadora del Primer Premio del Salón Municipal M. Belgrano en 2012, utiliza el juego entre lo natural y lo artificial, creando una obra rica y diversa, con apelaciones a la memoria. Es conocida por el uso de resinas transparentes en combinación con maderas, metales y otros materiales, a los que confiere una impronta orgánica.
Claudia Aranovich
Materia y Memoria por Elena Oliveras
La materia tiene en Claudia Aranovich un efecto de seducción. A lo largo de más de treinta años se ha sentido motivada por sus transmutaciones, su contenido mágico, su “memoria”.
Los requerimientos de la materia conducen el trabajo manual. No hay manipulación sino respetuoso juego, cuerpo a cuerpo, con los elementos en el que se reaviva una familiaridad ancestral, ligada a lo cultual.
Raíces, semillas, brotes, caparazones, conchas marinas, fósiles, plumas, ramas, musgos y piedras dialogan con materiales industriales como yeso, vidrio, fibra de vidrio, cemento, resina poliéster, acrílico, gasa, papel o leds. Los opuestos se vuelven complementarios. Cada uno resaltará la presencia del otro.
Asimismo, en el juego de opuestos se confronta la forma natural con otras que surgen de un imaginario abstracto (conos y esferas). Lo orgánico -manifestado en bellezas libres, espontáneas, impredecibles- irrumpe en la artificialidad rigurosa de la figura geométrica para transfigurarla y a la inversa.
En su conjunto, la producción de Aranovich promueve una interpretación simbólica. Su centro es lo humano. Así, tanto la forma del caparazón como la de la semilla connotan matriz del cuerpo femenino, órgano que eclosiona como receptor de vida ligado a la sexualidad.
La voluntad “arqueológica” de la artista devela pacientemente, capa por capa, lo que en la superficie no vemos. Es preciso traspasar veladuras y opacidades para iluminar restos de la memoria individual y colectiva, como si una maraña de productos naturales aglutinados por la resina poliéster y flotando en un mar de líquido amniótico nos provocaran a desocultar el misterioso contenido. La naturaleza (de lo que somos parte) “habla” y hoy más que nunca reclama ser escuchada.